miércoles, 13 de julio de 2011

Armando Tejada Gomez, poeta mayor del cancionero Latino Americano habla de Rodolfo Garavagno

Me cuesta escribir a pedido del interesado, pero tratándose  de  alguien  como Rodolfo Garavagno, se que las palabras van a brotar con mayor facilidad.
Cuando Ariel Ramirez me lo presentó dijo simplemente “es oro en polvo”. Fué en su antigua casa de la calle Sucre, en el Barrio de Belgrano, en oportunidad de una reunión política relacionada con Sadaic. Tiempos difíciles para nosotros los autores porque la institución acababa de ser intervenida y teníamos virulentos focos de resistencia.
Cuando lo vi a Rodolfito, enfundado en una hermosa campera mitad cuero, mitad tela, que resaltaba sus hombros anchos y su cabello largo, peinado achatado y con una “cola de pato” a la altura de la nuca, exclamé: “¡Tarzán!”, porque su imágen, eminentemente  cinematográfica no daba pié a imaginarlo en otro personaje que no  fuese el de Egar Rice Burrogs, quien por otra parte, aunque sea un símbolo de “yankylandia” fue el ídolo de todos nosotros.  Un Tarzán rubio, o casi rubio, de ojos claros, no se si azules o verdes, y una piel bronceada como si hubiese estado tomando sol.
Habíamos sido los dos primeros en llegar a la casa de Ariel esa mañana y nos establecimos en el quincho a comer queso y vino. Cuando lo escuchaba hablar me recordaba a Homero Expósito, porque tenía una rara mezcla de lunfardo reo y al mismo tiempo de reflexiones profundas. Rodolfo me impresionó grandemente como ser pensante, como un verdadero filósofo de conceptos propios. Su concepción ética sobre los derechos de autor, que según su óptica, eran un símbolo de todo un comportamiento nacional, me inspiraban otras ideas y tenían ingredientes como para una conferencia.
Esa fué la primera de las tantas  reuniones privadas que compartimos, entre mesas de café y algunas veces de vino hasta altas horas de la madrugada.  Al poco rato comenzaron a caer otros invitados. Antonio Tarragó Ross,   quien conocía a Rodolfo desde principios de los setenta enMicrofón, Juancito El Peregrino, Eladia Blazquez, Julian Plaza, Atilio  Stampone, Cesar Isella, compañeros de ruta de Rodolfo como Victor Yunes, abogados, funcionarios…y vino el asado.
Nos conocemos desde hace más de cuatro años y siempre disfrute de los encuentros con él. Es tan apolítico, tan libre, que por momentos da la sensación de ser un rebelde  anarqusista. Inconquistable, irreductible, terminante a la hora de definirse por una “camiseta”. Muchos lo han criticado por esto, pero yo, que se comprenderlo, se que si no se juega por ninguna es porque él, y sin alarde alguno, tiene su propia camiseta. Políticamente, se ve en Rodolfo Garavagno a un hombre que está mucho más allá de izquierda, derecha, centro, y más cerca quizá de pensadores como Sócrates, Platón, Aristóteles, Pasal, Descartes…como  encontrarse en un bar de Buenos Aires con el mismísimo Diógenes.
Un ser ilimitadamente generoso, un autor y compositor que jamás hace alardes de su obra, que es multifacética y cuidadosamente  prolija sea del género que sea. No se me ocurre otra cosa que decir de el:  ES EL TARZÁN QUE PIENSA. Y piensa bien, siempre bien.

Armando Tejada Gomez
    7 de Agosto de 1987
(Extraido de copia manuscrita escrita de puño y letra por el poeta en Bar “Carlitos”, al lado de Sadaic)

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